Hay cuestiones históricas que pueden ser interpretadas de diferentes maneras y, por ese motivo, manipuladas para alimentar teorías, hipótesis o conjuntos de ideas. Esto ocurre fácilmente con situaciones que poseen un espectro importante de subjetividad. Por ejemplo, una decisión política tomada en determinado momento ¿Qué la motivó? ¿Qué intereses había por detrás? ¿En qué contexto se hizo? ¿A quiénes afectó y -principalmente- a quiénes benefició? Podemos seguir formulando preguntas que van a derivar en múltiples interpretaciones sobre un mismo hecho concreto.
Por otro lado, hay otras situaciones más difíciles de discutir. En esta categoría entran hechos que dejan pocos espacios para los matices. Por ejemplo, sobra evidencia para aseverar que fueron las provincias del norte las que cargaron con el mayor peso de la guerra de la Independencia. A costa de la vida de sus habitantes, de sus recursos económicos y naturales evitaron el avance realista y garantizaron la emancipación de las Provincias Unidas del Rio de la Plata. Ante el poco o nulo aporte económico de Buenos Aires, durante aquellos años, en Tucumán, en Salta y en Jujuy se apagó el comercio (situación que más adelanté aportó al origen de las luchas fratricidas), se sacrificaron las vidas de miles de hombres y mujeres, y se puso al servicio de la causa patrimonios personales de la más variada dimensión.
Por eso resultan llamativas varias cuestiones. En primer lugar, que mientras el calendario nos ofrece una ecléctica variedad de feriados nacionales (algunos de ellos inamovibles) el recuerdo de hechos tan relevantes como la Batalla de Tucumán, la de Salta y el Éxodo Jujeño siguen siendo efemérides provinciales que, con suerte, ocupan un lugar reducido en la currícula escolar de otras provincias.
Esto no hace más que reafirmar la idea de que todo aquello que sucede en el norte se encuentra en un segundo o tercer escalafón en la escala de valoraciones nacionales. Si no de qué otro modo se explica el hecho de que la batalla de Vuelta de Obligado, que no fue más que una escaramuza fluvial, constituya un feriado nacional y la Batalla de Tucumán no.
Si ahondamos un poco más en estas cuestiones, nos vamos a encontrar con un enorme vacío de norteños en el mármol de los héroes nacionales. Por eso, el hecho de que el recuerdo de la muerte del salteño Martín Miguel de Güemes constituya un mojón en el calendario debería ser motivo de alegría. Pero hay otros nombres que esperan ser rescatados de un injusto olvido -no necesariamente con un feriado nacional,pero sí tal vez con una mayor presencia en las aulas-, como, por ejemplo, los de los tucumanos Juan Bautista Alberdi, Bernardo de Monteagudo, José Antonio Álvarez Condarco y Bernabé Aráoz (quien sí viene transitando en los últimos años un camino de revalorización), los salteños José Moldes, Martina Silva de Gurruchaga y Antonino Fernández Cornejo, y los jujeños Manuel Eduardo Arias (muy ligado también a Tucumán y a Aráoz) o los tres hermanos Gorriti, por solo nombrar unos cuantos de cientos que aportaron a la causa independentista.
A veces la desidia de algunos legisladores nacionales y en otros las inentendibles rivalidades regionales (como el bloqueo que hicieron los parlamentarios salteños a la declaración de Héroe Nacional al jujeño Arias) frenan iniciativas que pueden aportar a la construcción de la memoria nacional. Creemos que hay que ser capaces de sobreponerse a ellas para reivindicar y honrar el sacrificio que hizo el pueblo norteño a la gran causa de la emancipación nacional.